lunes, 29 de octubre de 2012

Otro punto de contacto con lo que se hacía en el continente es la riqueza de corrientes y modelos literarios que se reconoce en La casa grande, una riqueza que, dentro del ambiente colombiano de los años cincuentas, aún tenía mucho del escándalo que había sido en la década anterior, cuando un exiguo concepto de "lo nacional" hacía considerar la inspiración en lo foráneo como la prueba de una suerte de tara patológica o como una mera traición. Solamente los mejores podían entonces, como lo hicieron Cepeda y García Márquez, asumir las obligaciones que conllevaba un buen conocimiento de toda la literatura contemporánea. Jorge Ruffinelli señaló hace años la deuda de cierto diálogo de Cepeda (en el capítulo "Jueves") con un cuento famoso de Hemingway, "Colinas como elefantes blancos". También habría que hablar de Camus: la Ciénaga de La casa grande tiene algo del Orán de La peste, un modelo que pueden recordar y reconocer agradecidamente otros escritores colombianos. Los soldados de Cepeda son también una afortunada decantación de los que Norman Mailer puso a sufrir y a odiar en Los desnudos y los muertos, novela que parece haber inspirado también más de un detalle del primer capítulo. Y es inevitable mencionar el teatro de García Lorca, cuyo ejemplo mal asimilado hizo tanto daño a la literatura hispanoamericana y que se ve aquí vigorosa e inteligentemente explotado en los capítulos de ambiente cerrado. En esa genuina y muy sabia adaptación de modelos extranjeros sigue siendo Cepeda un ejemplo notable de lo que fue la labor del boom naciente a nivel continental.









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